La actividad publicitaria contemporánea tiene un protagonista amado por muchos y odiado por otros tantos: “el frilo”
La palabra proviene del inglés “free lance”, entendido como trabajo independiente.
En muchas ocasiones tanto el redactor creativo como el diseñador gráfico no desempeñan su trabajo como empleados en una agencia de publicidad sino como trabajadores independientes. En ese caso el término “free lance” es el más utilizado.
Sin embrago cuando el redactor o el diseñador tienen una relación de dependencia con una agencia o estudio creativo y además realizan un trabajo por fuera, la palabra se transforma inmediatamente en “frilo” y refiere específicamente a un determinado trabajo creativo.
El “frilo” está aceptado por la industria siempre y cuando no se realice dentro del horario laboral, cosa que no siempre ocurre. En ese momento los intereses generales de la agencia entran en un claro conflicto con los intereses particulares del empleado.
De más está decir que fuera del horario laboral uno puede dedicarse a lo que quiera, desde la contemplación del ombligo hasta continuar trabajando en otros proyectos artísticos o comerciales.
Pero qué sucede cuando el “frilo” entra en competencia con las marcas para las que el profesional trabaja en la agencia.
La respuesta no se trata de un tema menor, ya que forma parte de la ética de cada profesional.
Existen otras situaciones conflictivas en este mundo de agencias, frilos y trabajadores free lance. Lo cierto es que cada uno conoce sus límites y el respeto por quién le brinda la confianza de sumarlo a un equipo de trabajo y brindarle la seguridad de un empleo fijo. Aunque a veces un solo “frilo”, equivalga a medio sueldo. Pero qué más da, parafraseando a un filósofo contemporáneo, “así está el mundo, amigos”
Martín Avdolov