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En algún lado la anoté.

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Por Marcelo Baruffaldi.

(Estoy convencido. Tiene que estar en algún lugar. No, no está en este block, quizás en el anterior. Odio mi maldita tendencia a escribir hasta el más ínfimo e incómodo espacio libre en cada hoja.)

Arrollar el papel, hacerlo bolita y tirarlo al canasto de basura emulando a Michael Jordan en los segundos finales. Esa es la clásica representación del instante en que una idea es desechada. Como si fuera tan fácil deshacerse de ella. Está claro que ese papel terminará hecho cenizas o re-encarnando en una agenda de hippie, pero el destino de la idea, es otra historia.

(¡Mi ex dormitorio! Ahí tiene que estar. Por suerte mis padres lo mantienen casi inmaculado, como si fuera una especie de santuario. Allá voy.)

Yo pienso que una idea nunca muere. Desde el momento en que es concebida, siempre estará en algún lugar, sea en un clúster, en un pedazo de papel o en lo más recóndito de tu cerebro, aunque no puedas recordarla ni siquiera mediante hipnosis.
La cuestión es: ¿qué pasa con las ideas después de que son desechadas? ¿pierden totalmente sus posibilidades de plasmarse en la realidad o sirve reflotar ideas viejas para creaciones nuevas? Ahora te quiero ver.

(Me había olvidado todo lo que demora el 126 en pasar. ¡No! ¿Y si la anoté en el dorso de un boleto? Soy boleta.)

Técnicamente, conforme pasa el tiempo nos vamos transformando en una versión mejorada de nosotros mismos, en base a conocimientos, experiencias y todo eso que implica vivir. Por lo tanto, el mismo cerebro que pudo dar a luz a aquella idea tan buena, ahora debería estar igual o más capacitado para producir una mejor.
Hasta ahí, todo muy lindo, pero en la práctica pasamos lidiando con uno de los mayores enemigos de la creatividad: el temible “es para ayer”. En esa carrera contra el tiempo, cualquier idea pre-existente correrá con ventaja.

(¡El álbum completo de Italia 90´! Esto me lo llevo conmigo. Uy, las cartas de mi ex. A esto le llamo publicidad engañosa. Ese tema se lo dejo al Sr. Avdolov. Por ahora, separo la correspondencia para trozarla y llevarla al contenedor naranja.)

De todos modos, rescatar aquella idea que nunca fue cristalizada puede ser un proceso arduo, frustrante y hasta doloroso. Entonces, ¿por qué hacerlo?. Además, en el caso de la actividad publicitaria, puede ser riesgoso. ¿Cómo reaccionaría un cliente de la agencia al ver una idea que él en su momento desechó, producida para otro cliente? ¿Sería ético de parte de la agencia?

“Mientras tanto, y como ha sido una característica central de este espacio, la palabra la tienen ustedes. Confío que a través de los comentarios de todos podamos enriquecer nuestros puntos de vista al respecto.” Palabras de Martín Avdolov, yo no podría decirlo mejor.

(En fin, no encontré lo que buscaba, pero escribí esta nota. Algo es algo. Y encontré el álbum de Italia 90´. Ahora ya no tendré que destinar parte de mi cerebro para recordar ese mundial. Quizás eso me deje más lugar para almacenar ideas nuevas.)

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