Quien crea que una buena idea se vende sola está perdido en este maravilloso y a veces misterioso mundo de la publicidad.
Para muestra basta la tanda. Entre algunas buenas ideas y excelentes producciones, el zapping me lleva inevitablemente a atravesar muchas piezas que me sugieren una pregunta fundamental: ¿cómo hizo la agencia para vender esto?
No siempre la mejor idea es la más fácil de vender. Lo que deja bien en claro que tan importante como tener una idea es poder venderla. Y que la venta de ideas es un verdadero arte que debe tener especial reconocimiento.
En las escuelas de publicidad, en las agencias y por qué no, también en este espacio, hemos destacado varias veces la importancia de contar con buenas ideas. Sin embargo poco hemos desarrollado sobre el arte de venderlas. Arte que en realidad requiere mucho trabajo y dedicación.
Por un lado tenemos la idea. Por el otro al anunciante. Y aquí viene lo importante, tenemos al vendedor. Quien vende la idea tiene detrás de si un currículo que lo avala o que genera desconfianza. Pensemos en una idea rupturista presentada al cliente por un pasante o por un reconocido Director Creativo. El anunciante seguramente tomará el riesgo si confía en el D.C pero seguramente no lo hará en el caso del nuevo profesional. Algo bastante obvio pero curioso a la vez ya que la idea sigue siendo la misma.
Es en estas circunstancias que me surge la siguiente pregunta: ¿cuántas buenas ideas habrán quedado en el cajón por no haber sido bien vendidas, y cuántas ideas mediocres vemos a diario en la tanda gracias a haber logrado una buena venta?
Claro que esta no es la palabra final. Acá también entra el anunciante y esas extrañas elecciones a las que nos tiene acostumbrados. Sino, ¿por qué de 3 opciones, el anunciante elige siempre la que menos nos gusta?
Martín Avdolov