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¿Publicidad Subliminal?

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Una de las noticias más relevantes de la semana es la acusación que recibió Ferrari por realizar publicidad subliminal de Marlboro.
Esto es a través de los códigos de barras que aparecen en los alerones del auto de carrera. Cosa que está absolutamente prohibida por diversas regulaciones antitabaco.
Ferrari obviamente asegura que no existe tal publicidad y asevera que el hecho de que los colores de la escudería y de Marlboro sean iguales no corresponde a ninguna estrategia publicitaria.
Lo que es innegable es la estrecha relación de Ferrari con Philip Morris a lo largo de los años donde la publicidad de cigarrillos no estaba prohibida.
Y lo que también es innegable, más allá del color representativo para ambas partes, es el reciente uso del código de barras.
Otro caso similar para agregar polémica al asunto es el del equipo Ducati en competencias de motos, que también es patrocinado por Marlboro y donde el logotipo ha sido sustituido por el mismo código de barras que se encuentra ahora en los automóviles de F1.

Este tipo de acusaciones no hacen más que revivir discusiones propias del siglo pasado, donde la publicidad subliminal gozaba de una extraña fama que no hacía más que denigrar la profesión publicitaria y asociarla aún más al engaño al consumidor.

Publicidad subliminal se reconoce a la publicidad que se encuentra por debajo del umbral de consciencia.
Sin embrago el uso de los colores es percibido por cualquiera y la asociación es libre. Entonces… ¿responde la acusación a Ferrari por un acto de publicidad subliminal?
Desde el momento en que cualquiera puede percibir la asociación dejaría de ser subliminal para ser manifiesta.

Lo mismo podemos decir que sucede en Uruguay si vemos los colores que todavía identifican a varios kioscos. ¿No es evidente la asociación con una reconocida marca de cigarrillos que hoy tiene prohibida la publicidad?
¿Eliminar el logo pero dejar los colores no es una forma manifiesta más que subliminal?

La discusión sigue abierta y lamentablemente seguirá apareciendo cada vez que se traicionen los principios publicitarios de ser abiertamente manifiestos en contraposición a recursos propagandísticos basados en el camuflaje.

El uso de este tipo de “vivezas criollas” no hace más que generar desconfianza en el sector y avivar la imagen de “chantas” que los publicistas profesionales que amamos esta profesión estamos empeñados en limpiar.

Martín Avdolov

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