Lo recuerdan, Claudio Invernizzi, Juan Miguel Herrera y Francisco Vernazza.
Recuerdos de Claudio Invernizzi:
Los lentes negros de Ellery Garate.
Trabajamos juntos durante poco más de un año. Éramos suficientemente jóvenes. Él era de actitud rockera. Yo era más pop. Lo vi llegar más de 300 mañanas casi al mediodía con lentes negros y aprendí con los meses que sólo debía comenzar a hablarle después que el decidía sacarse los anteojos. El día que nos sentamos ante el mismo escritorio, nos fuimos midiendo como el primer día de dos detectives de serial en el mismo coche policial. Entonces arrancamos a pensar.
Así tocamos todas las canciones que la publicidad podía tocar en aquel momento. Lo hacíamos siempre con un telonero joven que con los meses comenzó a hacer sus propios shows: Juan Miguel Herrera. Durante un año y sin decirlo, creo que nos sentíamos los Travelling Wilburys.
Habíamos armado el súper grupo y sin dudas en él, Ellery era Bob Dylan.
Murió en un accidente absurdo. Se partió y nos partió. Con él se fue, como dijo alguien por aquel entonces, el mejor creativo de todos nosotros.
Un comercial de Ellery para colchones, «Noche de Perros», ganó el primer Sol de Oro para Uruguay. Su última idea para un comercial se llamó «La última
tarjeta». Entre ese primer logro y el premonitorio
comercial de despedida, nos fue diciendo a todos con su trabajo cual era el camino más sabio de la publicidad.
Claudio Invernizzi
Recuerdos de Juan Miguel Herrera:
Por supuesto que me acuerdo de Ellery. Y no solo me acuerdo, sino que ocasionalmente sueño con él. El sueño es siempre igual. Me lo encuentro por la calle y le pregunto qué ha sido de él todo este tiempo. También le cuento qué ha sido de mí. Pero eso, de alguna forma, él lo sabe.
Yo creo que quienes se van de este mundo, no lo hacen del todo. Permanecen en él a través de las cosas que nos dejan a quienes quedamos aquí. Ellery fue quien me enseñó a pensar como publicitario, a trabajar como redactor y a usar la paciencia como herramienta.
Frecuentemente recuerdo la forma en que Ellery te contaba sus ideas. Ahora más que antes. Debe ser que en estos tiempos me parece aún más valiosa. Primero, aunque te lo estuvieras cruzando a las apuradas y él llevara el boceto debajo del brazo, te describía exhaustivamente el contexto en que la idea debía actuar. El producto, el beneficio, el público, la competencia, el cliente y el problema a resolver a través de la comunicación. Recién entonces venía la idea, que a esa altura daba lo mismo si era un aviso de prensa, uno de radio o un comercial de televisión, porque era –ante todo- una solución. Que invariablemente calzaba precisa, exacta y perfecta, solucionando el problema como ninguna otra lo habría hecho…
Ellery era un tipo que apreciaba la creatividad y las ideas en cualquiera de sus formas y que las valoraba sin importar de quien vinieran. Aceptaba el talento como una condición en sí misma y tenia la capacidad de poder separarlo de la persona que lo poseía. Una vez le pregunte qué tal era un colega argentino con el que venia de compartir un jurado en un festival. Un troglodita con muy buenas ideas, me dijo.
Ellery era un creativo de inteligencia poderosa y un redactor de contundencia implacable. Su estilo era el que la campaña necesitaba. Manejaba lo lúdico, lo sentimental, lo humorístico y lo refinado con la misma solvencia. Un superdotado.
Asumo que muchos de quienes estén leyendo esto, nunca habrán escuchado hablar de Ellery Garate. Es lógico, hay una cuestión generacional. Cuando Ellery ya era un profesional admirable y reconocido, ellos eran apenas niños que tarareaban los jingles de Tico Tico y Pernigotti Pop. Que Ellery había escrito.
Recuerdo de Francisco Vernazza:
ELLERY
La creatividad publicitaria es un oficio de gente vanidosa y por tanto propensa a utilizar cada trabajo como una oportunidad para demostrarle al mundo lo brillante que es.
Ellery era todo lo contrario, se sentaba frente al papel en blanco con cero stress, como quien tiene por delante una tarea burocrática y al final de la jornada emergía con 2 o 3 ideas inteligentes y sofisticadas. Era un tipo brillante «sin querer», como resultado de un talento que fluía naturalmente, como si hacer las cosas bien fuera la única manera de hacerlas.
Trabajamos un montón de años juntos y nunca dejé de sorprenderme con esa manera plácida de vivir la creatividad. Mejor dicho, nunca pude superar la envidia de comprobar a cada rato que sus soluciones eran mejores que las mías y que para peor, el tipo las conseguía sin siquiera sufrir en el proceso.
Sin drama alguno, digamos que » de taquito”, hizo la creatividad de piezas que en su momento tuvieron mucho festejo, como «la Tri tu tu» y «La última tarjeta» para Credisol, el lanzamiento entero de Nevada Lights o el de la cerveza Zillertal.
Si escribiera que fue el mejor creativo de su generación, Ellery habría sido el primero en reprocharme el absurdo, o la simple tontería, de una frase como esa. Por lo que sólo digamos que no fue segundo de nadie.