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¿Te acordás del Corto Buscaglia?

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Lo recuerdan, Rafael Ordóñez y Julio Castillo.

Recuerdo de Rafael Ordóñez:

No tengo gran cantidad de anécdotas con el Corto, pero las que tengo son inolvidables. Alguna en los desachates o en algún boliche, otras en sus obras de teatro (claro que él nunca supo porque yo estaba en el público), otras desde sus letras y canciones (que tampoco supo porque estaba en mis walkman, y hoy en un CD de canciones para niños de mis hijos). La que más recuerdo fue en Slogan, cuando estaba en Bulevar España al lado del bar Congreso, resulta que los viernes se juntaban a tocar y zapar el Corto, Cotelo, Fernández y un montón más, y una vez me invitaron. Yo tocaba la batería en aquel entonces, y esa invitación me había entusiasmado tanto que me puse a ensayar el día anterior para no quedar pegado: iba a tocar con Buscaglia. Muchos nervios horas antes, hasta que llegó la hora. Llegamos a la sala donde estaba todo armado, enchufaron guitarras, bajo, aparecieron las tumbadoras, los tambores, el licor, todo listo. Arrancó todo, no sonaba tan mal, hasta que llegó la hora de irse. Fue una noche muy buena, aunque hubiese estado mucho mejor si el Corto hubiese venido.
El Corto era eso, una gran sorpresa, un mago que le hacía moñas magistrales a la rutina. Un referente del que te sentías íntimo, un iniciador de actitudes distintas. Para muchos fue un lanzador de sandías desubicado o un puteador en un escenario de los desachates, pero para otros -y para mi- fue un «shaker» que lo rompía todo y lo hacía mucho más mejor.

Recuerdo de Julio Castillo:

Una cortita.

Tal fue la impronta de Horacio “Corto” Buscaglia que hoy figura en la tan reconocida Wikipedia. Yo lo conocí en la actividad política, en los años de la dictadura y desde ahí hasta su muerte estuvimos compartiendo un largo camino. De espíritu inquieto, crítico e irreverente, fue un creador incansable e insaciable.
Trabajamos juntos en publicidad por un largo período, en una actividad que le provocaba grandes contradicciones. Por esa época no existían, como hoy, carreras de comunicación o publicitarias. Ni siquiera existía el perfil profesional del publicista.
Todo estaba para descubrir y el “Corto” fue uno de los creativos que construyeron la base de lo que vino después. Totalmente explosivo, pasional e intuitivo en su creación, nunca dejó de lado lo conceptual. Trabajar con él, como Director de Arte, me implicaba leer con mucho cuidado los textos que me daba, porque incluía entre líneas una serie de improperios en tono de chistes. Era su venganza y su forma de expresar su rebeldía al verse atado a ese trabajo. En el fondo se odiaba por tener que dedicar su tiempo y su esfuerzo creativo a la publicidad. Siempre me comentaba: “Julito, de algo hay que vivir”, justificando así su imposibilidad de hacerlo exclusivamente del arte.
Fuimos grandes amigos y compartimos momentos inolvidables, y en particular, aprendí de él lo esencial de todo creador: ser libre.

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