20 años de Desachates en el Este llagaron a su fin. Se cumplió un ciclo. Se terminó una era. Se acabó lo que se venía dando. Colorín Colorado.
Sin embargo cada vez que un capítulo se termina, a la semana siguiente comienza otro. Eso siempre y cuando sea un unitario. Si es una tira diaria será al día siguiente. Y si vemos una temporada por dvd, no hay que esperar demasiado tiempo. Uno puede ver varios capítulos seguidos hasta el tradicional ardor de ojos y estado general de confusión.
En el caso del Desachate debe pasar al menos un año entre uno y otro. Pero el cambio entre el del 2009 y éste, es mucho más que temporal, también es espacial.
El lugar geográfico donde se realizará tan prestigioso evento de reputación internacional muchas veces conocido como el Woodstock de la publicidad y otras como el Creamfields del merchandising, ahora está en el oeste.
Podemos entonces esperar muchos cambios. El primero de ellos, para comenzar con algo realmente significativo, corresponde al prostíbulo de referencia para el esparcimiento físico y espiritual de muchos publicitarios. Naná le deja lugar al Dado Rojo. Si bien este prostíbulo queda a varios kilómetros de las salas de conferencia, está relativamente cerca si tomamos en cuenta la relatividad de todo lo que tiene que ver con el término relativo. Más o menos la misma distancia que ir del Conrad a comer a La Huella en José Ignacio.
Se trata de un reconocido centro de entretenimiento en la costa oeste, ávido de profesionales jóvenes, sedientos de sexo y con alto poder adquisitivo. Si obviamos la última parte, muchos de los concurrentes se sentirán a gusto.
Pero este cambio no es el único a tener en cuenta. La ciudad vieja de Colonia brindará un entorno único, ya que por primera vez se desarrollará un encuentro publicitario en un Patrimonio Histórico de la Humanidad. Esto es un hito, sólo comparado al primer León en Cannes para nuestro país, o a la primera fiesta del Círculo con canilla libre.
Los publicitarios uruguayos tenemos otros patrimonios de la humanidad, pero profundizar sobre este punto nos impide vagar por la superficie en otros tantos, por lo que he decidido amablemente que cada uno proyecte su propio patrimonio histórico de la publicidad. Puede ser la primera Mac que tuvo la agencia o el primer pasante. Cada uno sabrá de qué manera y hasta dónde puede jugar con su propia mente.
Otro cambio sustancial es que en lugar de realizar una escapada a las tiendas cool vip guau de la calle 20, por una módica suma uno puede literalmente cruzar el charco y en menos de lo que se canta un jingle, irse a buenos aires de shopping. Si alguien lo hace por favor le pido que me traiga una caja de Havanna (y si alguien sabe por qué todavía no se venden alfajores Havanna en Uruguay que también me lo diga porque se trata de una de las injusticias más grandes de la humanidad en el último siglo, casi al mismo nivel de que la BCG nunca haya ganado un primer premio en el concurso de agrupaciones carnavalescas)
Pero más allá de todos estos cambios, y de los muchos que van a surgir, hay cosas que no van a cambiar. Las ganas de juntarse para compartir experiencias, las mañanas de resacas académicas, las noches que arrancan tímidas y que no se sabe cómo terminan, las sobremesas interminables, las charlas de boliche con esos publicistas que admirás, y miles de sensaciones más que me animo a resumir de la siguiente manera: volver a enamorarse una vez más de la publicidad. Bienvenido Desachate 2010.
Martín Avdolov