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Jorge Spatakis – Locutor

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La radio es, sigue y seguirá siendo algo mágico. Lo es porque es un mensaje necesariamente completado en el escenario de la mente de quien nos oye, iluminado por los matices de su imaginación. No es un mensaje empaquetado, servido en bandeja de plástico para que uno lo incorpore como una pastilla; es un mensaje vivo, que se filtra en las redes de la fantasía del oyente. Claro está que un informativo, un programa musical, uno de humor, un
espacio de periodismo radial no involucran iguales mecanismos en la audiencia. Pero todos tienen algo de mágico. Y creo que, para quienes hemos tenido ese privilegio (hacer radio), nos podemos sentir, en cierta medida, hacedores de esa magia o participantes de ella.
No todos, sin embargo, los que trabajan saliendo al aire, son diestros en esa magia. Diría, en el amplio sentido del término, que algunos son verdaderamente siniestros, sombríos, y no puede llamarse a tales perpetradores de la estética, de la moral y de la comunicación con el noble nombre de «gente de radio». Hay de todo. Pero, como dice el refrán, «sobre gustos y colores no han escrito los autores», hay público también para estos obscuros personajes. ¿Qué piensan Uds.que puede vender más, un kiosko de golosinas o una boca de pasta base? Claro está, según el público, y el producto que le ofrezcan. ¿Quién se hace rico primero, el vendedor de caramelos o el narcotraficante? ¿Ven? Hay de todo. Y de todo tipo de públicos.
Si me permiten cambiar, después de esta introducción, el orden de las preguntas, tal vez las conteste mejor.
Comencé a trabajar en radio haciendo lo que ahora llaman «pasantías», es decir, instancias de aprendizaje y práctica de trabajo, en informativos, hace unos cuantos años, (por principio de los ochenta y fines de los setenta) en CX 22. Pero fue con el boom de las FMs que se dio en 1985, con la salida de la dictadura, que comencé a redimensionar mi trabajo en radio: locutor de tandas (a dos voces, con una locutora), de artísticas, y de un mini programa (el American Top 40), en El Dorado 100.3 FM (ya no existe; claro, la onda sí, pero nada que ver). De allí salí para otros medios (Del Plata, Océano, Sarandí, Del Sol, etc.). Lo último en radio que hice (hace unos tres años) era un programa en una FM que ya no está en el que imitaba a políticos nacionales e internacionales que realizaban debates, invitados por un anfitrión que, en general, era un personaje de la cultura. Era, de verdad, una sátira, en la que los políticos «decían» al público lo que «no deben decir» (pero dicen en hechos, al fin), en situaciones reideras o tragicómicas.
Sin embargo, mis primeras actividades como locutor-locutor las hice, aprovechando que un compañero de facultad (de Medicina, mi profesión) era visitador médico de un laboratorio, grabando audiovisuales de tipo documental, promocional, para presentación de las especialidades de esa empresa. Luego me afilié (en el 85) a SUA (Soc.Urug. de Actores) y tuve la oportunidad de recibir una valiosa y desinteresada instrucción en locución comercial por un verdadero maestro, ducho en radio, en radioteatro y en publicidad, que era Quito De Lema. A él debo el empuje de meterme en el mundo de la locución publicitaria, la formación de línea actoral, y el conocimiento de un nuevo lenguaje que con los años fui perfeccionando y adaptando…
Pero desde aquel tiempo a este muchas cosas cambiaron: Se perfeccionó mucho el grupo de elementos técnicos que captan, producen, reproducen y editan el sonido de la voz. Sin embargo, los códigos de lenguaje, los ritmos, las intenciones, la música del decir, el léxico, van cambiando, aunque el buen decir sigue siendo el buen decir y la buena voz sigue siendo buena voz. Con estos cambios se dieron otros en la estética del mensaje, en la preparación e inclusión de otros elementos sonoros (bandas, efectos, etc), que resultan a veces difíciles de aceptar o, cuando menos, de entender.
Es lindo grabar algo que permite el juego del actor de la voz (parafraseo a Mario Juri), es decir, actuar, encarnar personajes, haciéndolos vivir y vibrar en el escenario de la imaginación del oyente. Es, por el contrario, un reverendo embole grabar un audiovisual plomo y largo, máxime si habla de algo de lo que tenemos poca idea y escasa afinidad. O también aquellos textos en que, como salidos del túnel del tiempo, vuelven los locutores engolados o sobre impostados a ofrecer promos, ofertas, etc.
Uno de los más grandes desafíos tal vez sea el grabar cuando el publicitario o el cliente, o todos, no saben muy bien lo que quieren. Algo así como «intimista, pero con fuerza, o suave pero fuerte, cálido pero institucional, firme pero blando, despacio pero con rapidez», es decir, una colección de oxímoron a granel.
En general no me han reconocido la voz con facilidad, excepto un muy reducido número de veces.

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